Tomato ( blog). de Ricardo Carbone B.
Dice el mito griego que Tántalo, hijo de Zeus, por razones que no viene al caso contar, fue condenado un espantoso castigo. Lo colgaron para siempre de un árbol y fue forzado a sufrir sed y hambre. Bajo él había un estanque de agua pero, cuando trataba de beber, el estanque quedaba fuera de su alcance. El árbol estaba cargado de manzanas, higos y otras frutas, pero cuando estaba cerca de las frutas el viento apartaba a las ramas y nunca podía alcanzar alguna.
Al mirar los jóvenes que marchaban el jueves, no pude dejar de recordar este mito. Lo que realmente pedían los universitarios, secundarios, algunos trabajadores, ambientalistas, etc. no era únicamente que mejorara el sistema de educación superior, aumentara el financiamiento para la educación pública, se transparentara el lucro o se respetara el medioambiente.
Lo que realmente manifestaban era su cansancio frente a promesas no cumplidas. La mayor parte de ellos lo hacía de manera pacífica y creativa, los menos, con rabia y resentimiento.
La sociedad y el sistema económico han generado un conjunto de expectativas que movilizan el esfuerzo de muchos jóvenes y sus familias. La promesa de un buen trabajo si se estudia una carrera universitaria, de integrarse a la sociedad, la posibilidad real de competir en base al mérito y el esfuerzo propio sin importar el origen social no se han cumplido.
Al igual que Tántalo, estos jóvenes ven como el agua y las frutas se corren cada vez que están cerca. Ven como, una vez finalizado el liceo, no tienen reales posibilidades de escoger lo que les gustaría hacer, más bien deben optar únicamente entre unas pocas alternativas, no todas buenas y muchas inalcanzables aun cuando haya créditos o becas. La manzana se aleja.
Entonces, deciden estudiar en la universidad o tal vez en un centro de formación técnica. La promesa es integrarse al mercado del trabajo y acceder a un nivel de vida más alto y con mayores seguridades. Terminados los estudios Tántalo ve como el agua se corre, no es posible encontrar trabajo, su título no es suficiente, su red social no alcanza para insertarse laboralmente, independiente de su capacidad y esfuerzo no consigue alcanzar su meta. La decepción es enorme.
Cuando se analizan las reformas legislativas necesarias para promover la participación política y electoral de los jóvenes se olvidan todas las promesas incumplidas que se les han hecho. Ya no creen, se les acabó la paciencia, no están dispuestos a seguir apostando por promesas de futuro, sienten que ya hicieron su parte.
En este contexto, los cambios que piden deben ser abordados ahora, el resto es no entender lo que les pasa.
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