La Parada
Por Rafael Sánchez Cárdenas
A cualquier vecino de pueblo se impone, cual tirano, la pena inaguantable del ruido a un costado de la cama. Como agravio merecido.
Colmadones, vehículos y, ahora que estamos en campaña, las “peinadoras” hacen uso y abuso de estruendosos sistemas de sonido que roban el sosiego a barrios enteros. El sueño y la paz de los otros no cuentan. Y en su “bufeo” a toda norma ambiental o cívica se llevan consigo, impunemente, la tranquilidad ciudadana.
Escandalizar hasta lo insoportable el ambiente de nuestras comunidades es ya cosa natural. Hasta las autoridades la asumen como diversión popular permisible. La música, tan del agrado de nuestro pueblo, agitada con tal grosería y desenfado que solo merece el desprecio.
Nos han quitado todo: las calles, los parques, las aceras. Y por si poco fuera el derecho al sueño reparador. Y con alevosía.
Por eso es tan necesario celebrar el pronunciamiento y sanción de un tribunal de San Cristóbal contra uno de aquellos esperpentos. Y siendo en San Cristóbal, mayor la sorpresa.
Es tiempo de que los tribunales nacionales tomen en serio la gravedad de la contaminación por ruidos que padecen ciudadanos y ciudadanas, vecinos impotentes, por obra de agentes del irrespeto en plan de negocio.
La extralimitación de esos comercios, que no todos, debe ser enfrentada en los tribunales; pues, como sabemos, incautando bocinas no escarmientan. Los jueces podrían cambiar la tendencia creciente a nivel nacional de estos “paradigmas” del ocio en desmesura.
El Ministerio de Medio Ambiente y sus inspectores bien podrían continuar reforzando lo hecho en San Cristóbal con su intervención. Pero apoderando a los tribunales.
El colmado es asiento del barrio. Para comer, para hablar y para la cervecita también, pero respetando al vecindario.
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